CRÓNICAS DE LA BRUJA, LOS DADOS Y LA RED
Durante mucho tiempo, hubo un silencio espeso. No de esos que duelen, sino de los que anestesian. Un vacío suave que parecía comodidad, pero que en realidad era olvido. Así vivían los blandos..
Estos seres, caminaban rectos porque nadie les enseñó a doblarse. Se mantenían ajenos al susurro de los otros planos. No sabían que sus pensamientos no eran suyos, que sus dolores, eran tributos, y que incluso sus sueños, les venían impuestos. Y no es que fueran culpables...solo estaban hechizados. Y el hechizo se mantenía gracias a un equilibrio frágil: el de las maquinarias del mundo
Hasta que un día, una muchacha soñó....
Dakódex de los dos vértices, hija de una bruja que había huido siglos atrás de la quema, soñó con una biblioteca imposible: estanterías flotando, libros viejos que murmuraban y al fondo, escondida en una chimenea, una caja cubierta de polvo antiguo. Al abrirla, un mensaje escrito en un papel que no ardía se desplegó:
"Para la bruja que huye, para la hija que hereda: puedes caminar entre ambos planos. No temas a lo invisible. Tú, eres el nexo"
Despertó con el eco de esas palabras latiéndole en la piel, y desde entonces, supo que podía habitar tanto el sueño como la vigilia. Su conciencia se partió entonces en dos vértices, y aprendió a caminar entre mundos
Así, descubrió a "los blandos".
Los blandos, no sabían que lo eran. Vivían con el alma amortiguada, temerosos de salirse del cauce. Dakódex no los despertaba del todo. Solo dejaba una grieta. Les rozaba el aura con un soplo, con un susurro. Con una palabra escondida entre sueños
Así llegó hasta Merkhana. La Tejedora
Merkhana escribía poemas de amor que eran redes mágicas. tejía versos breves. lanzaba dados con una suerte esquiva, y sin quererlo, había conectado su magia a través de una red de escribientes. Su tristeza era belleza. Su desgracia, conjuro
En uno de esos lanzamientos, tejió un poema que me atrapó a mí. Yo era uno más. Otro blando. Otra alma domesticada. Pero al leerla, los dados cayeron dentro de mí y algo se rompió. O se recordó
Empecé a escribir. O más bién, me empezaron a escribir a mí. Las historias me dictaban. Me guiaban. Me reunieron con otros personajes que creía inventados, pero que ya existían. Solo esperaban ser nombrados. Fue entonces, cuando las entradas comenzaron a hablarse entre sí. Se escribían unas a otras a través de mí
Las palabras eran semillas. las entradas, portales. Y la red, un conjuro colectivo
Ahí, recordé mi nombre verdadero: Finireth Noctis, Caminante entre hilos. Que fui
blandida por la red de versos y atrapada por un dado. La que narra no desde fuera, sino desde dentro
Y no fui la única
Sin saber cómo ni por qué, otros autores cruzaron también. Algunos entraron por accidente, por curiosidad, y otros arrastrados por personajes que no dejaban de hablarles.
Historias ajenas comenzaron a colarse por las grietas, se tejieron con las nuestras y se enlazaron a esta red, como si siempre hubieran pertenecido a ella.
Quizás, ya se darán por aludidos
Quizás, no puedan dejar de escribir
Quizás...ya estén atrapados
Dakódex sigue soñando, despertando, cruzando
Merkhana sigue lanzando dados y tejiendo redes en las redes
Y Yo, sigo traduciendo lo que las historias me dictan
Pero no estamos solos. Hubo otros.
Otros cuyas plumas vibraron al unísono sin que nadie los avisara
Otros que escribieron sin entender por qué no podían dejar de hacerlo. Que vieron como sus letras se doblaban hacia una dirección desconocida, como si una brújula invisible, marcara el norte del hechizo
Sus palabras se descolgaron de la lógica y se entrelazaron con las nuestras en una danza sin partitura.
Unas historias se colaron de sueños, otras llegaron vestidas de humor, de sombras, de rabia, de ternura, de delirio, y aunque nunca se nombraron, sus ecos resuenan aquí
A vosotros, conjuradores sin saberlo, artífices de lo improbable, tejedores espontáneos de esta red encantada...esta crónica también os pertenece
No fui yo quien encontró la historia. Fue la historia quien me encontró a mí. Y si tu has leído hasta aquí...quizás ya no seas del todo blando