Noche cerrada en Arkraham. La lámpara parpadea. Los investigadores han caído uno a uno. Solo queda la hermana Merry sujeta al borde de la cordura apretando el rosario con los nudillos blancos.
Era la misma escena de siempre. El hacha del sectario se alzaba sobre el cuerpo moribundo, esta vez de Harvey. El suelo crujía con pasos invisibles, y en la habitación contigua..la radio sonaba al revés. En la mano, la misma carta de locura que había leído tantas veces, que casi podía recitar. Una habitación secreta se abría al sótano. Allí numerosos zombis comenzaban a aparecer deseando cubrir todo el tablero. Todo volvía a empezar una y otra vez.
El guardián sonreía..
-Haz tu tirada de voluntad - dice el guardián desde más allá de la mesa-. Merry no responde
- Hermana?..te toca..
Ella alza la cabeza. Sus ojos, que siempre miraron con fe al cielo, miran ahora al jugador. A la mesa. A las manos que la mueven como si fuera solo papel
- No voy a tirar más dados. Estoy harta de ser una ficha obediente, de pasillos que se mueven, de ruidos detrás de las puertas. Harta de ver a los mismos compañeros morir una y otra vez con los mismos gritos, en los mismos turnos.
El guardián ríe. Piensa que es una broma. Pero ante el asombro de todos, la carta de Merry empieza a moverse. La hermana gira la cabeza, y se arranca de la cartulina como si fuera piel vieja. Se pone en pie, y sujeta a su rosario, se sacude el hábito y salta fuera de la caja de juego
Merry desaparece entre destellos y cartas volando. El tiempo la lanzó al azar, como dados al viento.
Cuando volvió a respirar, el aire sabía a humo, tabaco negro y colonia barata. Las paredes eran de gasolina y grafiti, no de madera húmeda. El cielo estaba cubierto de antenas y luces de neón. Era España, años ochenta. Un mundo que aún se creía inocente.
Caminó sin ser vista, no como un fantasma, sino como alguien vivo. La gente la confundía con una actriz o con una loca. Pero ella solo observaba las calles vibrantes, las plazas llenas de voces, los bares con sus risas y sus fluorescentes.
Un coche Seat 127 amarillo chillón pasó a toda velocidad. Alguien le gritó algo desde la ventanilla.. "Tía..que disfraz más currado!! Esa es de Semana Santa!!". En el escaparate de una tienda, un póster de Mecano.
- Dónde estoy? - murmuró Merry sujetando el rosario como si pudiera protegerla.
Merry caminó por las calles de Madrid, confundida pero libre. Ya no había monstruos del caos. Ya no había cultistas ni portales interdimensionales.
Se instaló en el anonimato de un barrio obrero, donde lo que prevalecía era la supervivencia. Se volvió invisible por elección. Ayudaba donde podía, curaba como sabía, y en secreto, esperaba que nadie la reconociera.
Pero el mal no pertenece solo a los juegos, y una noche la encontró. No la había olvidado ni siquiera en 1983. Una noche, al pasar por un callejón oscuro, Merry oyó un murmullo que no era humano. Un símbolo arcano ardía en la pared, y una criatura imposible, toda ojos, comenzó a emerger de una cabina de teléfono. No tenía garras ni tentáculos, pero las voces eran las mismas. Los sonidos del otro mundo del que creyó escapar.
Ella no dudó, ya no era ficha ni carta, ahora era fe, furia y se adentró en el grabado sin esperar perdón. Y de allí salió el silencio.
Merry había entrado en un lugar fuera del tiempo. Una sombra del tablero que había dejado atrás. Un rincón entre mundos, hecho de geometrías rotas, escaleras retorcidas y paredes susurrantes que llevaban adherido el miedo reciente de alguno de sus compañeros.
Y allí la esperaban tres horrores sin rostro. Seres de niebla y garras nacidos del caos del que una vez escapó. Eran los guardianes de la realidad. No venían a matarla, sino a devolverla a su lugar en el juego. Pero Merry no tembló
Con el rosario envuelto en un puño como un arma sagrada, avanzó entre rugidos que doblaban el aire. Cada paso era una negación, y cada gesto, un acto de libertad. Las criaturas la atacaron como sombras vivas, a lo que ella respondía con fuego y fe, con la fuerza que venía de las ganas de vivir en su propia historia.
El combate duró un instante eterno, y cuando se acabó, el lugar colapsó sobre sí mismo. Las criaturas regresaron al abismo que las parió, y Merry volvió a abrir los ojos bajo las farolas de Madrid.
La cabina había desaparecido. Solo quedaba un rastro de quemaduras en el suelo y un leve zumbido en el aire, como si la realidad estuviera aún recolocándose.
Desde aquel día, nadie volvió a ver a la hermana Merry en ninguna partida. Ahora sigue en su barrio obrero. Viste una cazadora vaquera con hombreras y unos pitillos, y escucha la radio.
Los jugadores más veteranos, cuando abren la caja de las Mansiones de las Torturas, notan que falta una carta, y creen que es un error de imprenta o una errata sin importancia. Descargan la tarjeta de internet, pero por alguna razón, a la hermana Merry, no la elige nadie
Desde que Merry escapó, el juego ya no es el mismo, al menos por ahora...