Mercedes vivía detrás de una colina, en una casa que parecía sacada de una postal antigua. Las cortinas de terciopelo, los muebles de caoba..todo olía a otra época. Ella también. Nadie sabía exactamente cuantos años tenía ni de donde venía. Solo que siempre iba maquillada, con el pelo recogido en un moño perfecto y unas gafas oscuras que no se quitaba nunca. Decían que era actriz. Decían muchas cosas. Lo único cierto es que era la hija de unos condes.
No era exactamente lo que uno esperaba de una heredera. Tenía la piel apagada de quien apenas ha visto la luz, y un gesto quieto, como el de alguien que intenta recordar si dejó algo sin hacer o ya se ha vuelto loca del todo
Beatriz era periodista y Celeste fotógrafa. Trabajaban en un periódico y llegaban hoy a visitarla, para documentar la historia de la mansión que habitaba, sobre la que volaban rumores oscuros. Fue ella quién les abrió la puerta, con una mirada perdida y un temblor en las manos como si cargara con algo invisible. Una ráfaga de aire helado les rozó la espalda al entrar, aunque era pleno agosto
- Está aquí- fue lo único que dijo, y se giró sin explicar a qué se refería. Desde lo alto de la escalera, una sombra se deslizó por la pared y desapareció.
La casa crujía a cada paso. Las paredes parecían susurrar palabras que se iban deshaciendo cuando te acercabas.
Las recibió en un salón grande, con un piano al fondo. Sobre una vitrina, una antigua muñeca de porcelana. Su rostro blanco. Un vestido de encaje gris. Sus ojos de cristal, seguían a quién se moviera. Mercedes la llamaba "La Condesa".
- Dice que fui suya alguna vez- murmuró Mercedes pasando los dedos sobre la muñeca- Y que volveré a serlo.
Beatriz encendió la grabadora. Celeste ajustó la lente. Ninguna de las dos, se lo creía del todo. Mercedes sí. Se le notaba en la forma en que evitaba los espejos, en como cada noche encendía velas y rezaba a santos en los que antes no creía.
- Cree que una muñeca puede tener presencias?
Mercedes alzó la cabeza lentamente
-No lo creo, lo se
En ese instante el piano sonó. Una nota seca. Un dedo marcando un punto y final. No había nadie allí. Mercedes no se movió
- A veces, no le gustan las visitas
En el silencio de las paredes, a veces se escuchaban risas apagadas. De niñas y de ancianas.
Celeste intentó mantener la compostura y con la excusa de ir al baño salió del salón. Allí otro espejo antiguo. Mientras se lavaba las manos, escucho pasos por el pasillo. Cuando abrió la puerta, no había nadie. solo la muñeca. Sentada en la escalera. Ella juraba que estaba en el salón.
Volvió al salón y ya no estaban. Solo la muñeca. En el mismo sitio, Mirándola fijamente.
- Mercedes?..Beatriz?
Nadie respondió.
Subió corriendo las escaleras. A cada paso, la casa parecía más hostil. Las paredes parecían respirar despacio.
En el dormitorio, Mercedes sentada al tocador, observaba como Beatriz la peinaba, con una lentitud espeluznante
- No deberías estar aquí arriba.--ella no quiere...
Dio un paso atrás. Beatriz... deberíamos irnos
Mercedes se volvió. Sus gafas oscuras ya no estaban. Sus ojos eran completamente negros. Sin pupilas. Parecían estar llenos de ceniza.
Celeste bajó las escaleras corriendo, tropezando..jadeando.
La puerta estaba cerrada con llave. Ahora escuchaba risas infantiles todo el rato, en todos los rincones.. Las paredes estaban cubiertas de dibujos. Hechos a mano. Eran retratos de la muñeca en todas las poses: con sangre en las manos.. con la boca cosida..
En uno de ellos aparecía con Beatriz. Estaba muerta.
Gritó. Golpeó la puerta. Nada.
Mientras todo parecía deshacerse, Mercedes reía sola. Bailaba en la sala con música que solo oía ella. Cantaba canciones extrañas. Los relojes no marcaban la hora correcta. Un gato muerto, apareció en la puerta, con la cara vuelta hacia el salón. Mirando con los ojos vacíos.
Los espejos le devolvían imágenes distorsionadas. Mercedes aparecía en todos ellos.
La muñeca ya no estaba en su sitio.
Celeste corrió al desván. Se encerró.
..Pero no volvió a bajar.
Al día siguiente, solo quedaba su cámara. Y una fotografía impresa sobre la mesa: Mercedes sonriendo con La Condesa en brazos..y el rostro de Celeste reflejado en el espejo, con los ojos muy abiertos. Atrapada en el cristal. Su pupilas eran muy negras y sus uñas estaban desgarradas.
- A veces, para vivir eternamente, hay que dejar que te recuerden de otro modo,- dijo. Solo hay que entregar el alma
Días después, la policía entro en la vieja casona tras un aviso del periódico de las chicas. La encontraron vacía, sin rastro de las visitantes. Solo una muñeca de rostro familiar, muy parecida a una tal Mercedes, descansando en la vitrina. Su expresión era serena, pero sus ojos...sus ojos aún brillaban
En los espejos, si se miraban con atención, se podían ver dos figuras borrosas detrás del cristal. Una sujetaba una cámara. La otra una libreta, y ninguna parpadeaba. Si escuchas bien...sus uñas arañan el vidrio.
Si te quedas mucho rato, verás como se giran lentamente ..y te miran. Si no apartas la vista, algo en tu reflejo cambiará para siempre
El cristal no refleja el alma, dicen. Pero en esa casa...es lo único que nunca escapa. Queda atrapada en el cuerpo de una muñeca que solo desea volver a ser de carne y hueso.
Mercedes sigue allí.
Esperando...
Sonriendo...
Mirándote...
NOTA:
Agradecimientos a Celeste, por darle luz tan generosamente a la imagen del relato. Sin tu ayuda, el terror no habría tenido cara.
Y por supuesto a Tarkion, por idear este tinglao maravilloso, que nos ha hecho desatascar plumas, teclas y neuronas.
Que las historias sean eternas, aunque nosotros no lo seamos